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Mostrando entradas de enero, 2012

Cirugía

felicidades Abrió un cajón de la mesilla, un cajón pequeño con hechuras de caja de cerillas, y allí se hacinaban los escalpelos, uno junto a otro en fila militar y a la vez íntima sobre una pieza de terciopelo. Al coger el más pequeño, brilló en el filo el reflejo rojo de sus uñas pintadas. Cerró el cajón, dejé de tener un primer plano de su espalda y cuando volví a enfocar eran sus ojos los que completaban el cuadro. Pero esto fue, casi, el final, y las historias se cuentan por el principio. Nos habíamos conocido en el campo. En un campo de maíz, para ser exactos, que de tan alto sólo nos dejó conocernos de cintura para arriba. Así que en vez de follar hablamos y hablamos mientras buscábamos la salida. De la dieta vegetariana, de la vida extraterrestre, de las cosquillas del maíz en las partes íntimas, sin saber ella si yo era un centauro varado; sin saber yo si ella una sirena que había encontrado unas ruedas en algún desguace de las afueras. Era una sirena, es cierto, pero eso ...

Cirugía (previo)

Abrió un cajón de la mesilla, un cajón pequeño con hechuras de caja de cerillas, y allí se hacinaban los escalpelos, uno junto a otro en fila militar y a la vez íntima sobre una pieza de terciopelo. Al coger el más pequeño, brilló en el filo el reflejo rojo de sus uñas pintadas. Cerró el cajón y dejé de ver su espalda cuando me alumbró con los ojos. Pero esto fue el final, y las historias se cuentan por el principio (continuará...)

Miss Atlántida

Te nombro miss Atlántida. Reina de las reinas de la belleza de un reino inusual y poético, enterrado bajo el agua hasta la coronilla, quimérico. Imposible de alcanzar salvo que dispongas de los pulmones de un elefante blanco y las aletas de un boeing siete cuatro siete. Con la tierra, su tierra, compuesta en un noventa por ciento del material del que se componen los sueños. Te nombro miss Atlántida, Reina de las reinas de la belleza y te entrego el cetro en la capital del reino: mi cama. Inusual y poética, enterrada bajo nuestras aguas hasta perder la cabeza, quimérica. Imposible de alcanzar salvo que depongas tus pulmones de leopardo rosa y todos los atletas que caben en un boeing siete cuatro siete. Con las sábanas, sus sábanas, impregnadas hasta el exceso del material del que se componen los sueños. Te nombro, y antes de terminar tu nombre completo ya me estás inundando el poema de puntos finales.

Virginal

(feliz año) De repente, hay algo virginal. La nieve recién caída y la manera en la que la pisamos. La manera en la que un enfermo crónico que acaba de ser diagnosticado, acerca a su boca y toma la primera pastilla de su tratamiento vitalicio. El sonido de los palillos chinos antes de caer, pero después del chasquido que han hecho cuando los hemos separado el uno del otro. Virginales. Rodeados de ellos. Todos. Provocan una drogadicción especial las cosas nuevas. Por eso no podemos evitar andar descalzos por el pasillo después de haber fregado a conciencia, y luego corremos entre risas a por los calcetines cuando llaman a la puerta. Es el espejo que llega a casa, sujeto por las manos enguantadas de dos operarios, para sustituir a aquel que rompimos mientras nos poníamos guapos. Virginal para ellos el tacto de nuestras manos en la propina, nuestras manos que antes nos han masturbado rápida y agitadamente, hasta convertir el espacio entre los latidos en el tiempo de...