Cirugía
felicidades Abrió un cajón de la mesilla, un cajón pequeño con hechuras de caja de cerillas, y allí se hacinaban los escalpelos, uno junto a otro en fila militar y a la vez íntima sobre una pieza de terciopelo. Al coger el más pequeño, brilló en el filo el reflejo rojo de sus uñas pintadas. Cerró el cajón, dejé de tener un primer plano de su espalda y cuando volví a enfocar eran sus ojos los que completaban el cuadro. Pero esto fue, casi, el final, y las historias se cuentan por el principio. Nos habíamos conocido en el campo. En un campo de maíz, para ser exactos, que de tan alto sólo nos dejó conocernos de cintura para arriba. Así que en vez de follar hablamos y hablamos mientras buscábamos la salida. De la dieta vegetariana, de la vida extraterrestre, de las cosquillas del maíz en las partes íntimas, sin saber ella si yo era un centauro varado; sin saber yo si ella una sirena que había encontrado unas ruedas en algún desguace de las afueras. Era una sirena, es cierto, pero eso ...